MADRE GALLEGA, de Emilia Pardo Bazán (II)

En Madre gallega, Emilia Pardo Bazán nos cuenta la historia de abnegación de una madre, que acaba sacrificando su vida por salvar la de su hijo.

El relato está ambientado en plena Guerra Carlista, en una época en la que los españoles estaban divididos y enfrentados, en la que el odio y el enfrentamiento arraigaba en el seno de muchos.

Habla de una modesta familia gallega que consiguió para su hijo, de nombre Luís María, la protección de un poderoso señor aragonés. Este hombre se llamaba don Ramón de Bolea y tanto aprecio le cogió al chico que incluso lo hizo su ahijado.

Luís María era un chico muy devoto y soñaba con cantar misa. Su padrino le costeó la carrera y posteriormente le consiguió un puesto en su parroquia, en un pueblo de Teruel. Los sueños de la madre se habían cumplido y ver a su hijo en una posición tan ventajosa la llenaba de orgullo.


Un día, el cura reclamó la presencia de su madre en el pueblo. Sabía las penurias que pasaba la pobre mujer, así que quería tenerla junto a él para darse mutua compañía.

A medida que iba pasando el tiempo, las pugnas entre ambos bandos enfrentados en la guerra eran cada vez más frecuentes y cruentos y, aunque él se mantenía al margen, las habladurías lo situaban en la facción de los “serviles”, pues su protector era jefe de una partida facciosa.

De este modo, la gente del pueblo comenzó a instigarle. Tanto él como su madre recibían insultos y humillaciones. Mientras Luís María se refugiaba en la oración, las palabras dejaron paso a hechos más graves y las amenazas se convirtieron en agresiones.


Un día, después de que el señor de Bolea, presuntamente, mandase ajusticiar y fusilar a dos vecinos del pueblo, miembros del bando “nacional”, una horda se presentó en la rectoral y reclamó la presencia del párroco. Cuando este iba a asomarse por la ventana, su madre se lo impidió. Lo retuvo, apagó las luces y se asomó, a la espera de que un balazo le quitase la vida.

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