CIRUGÍA, de Antón Chejov (II)

Por medio de la historia de un humilde sacristán que tiene dolor de muelas y un practicante que sustituye al doctor y que se cree en posición de superioridad por su dominio de la ciencia, Chejov hace un retrato crítico del pueblo ruso. El “Ruso”, así, en general, sale malparado, pues es una persona sucia, ignorante, supersticiosa y sumisa.

El autor emplea con maestría el lenguaje y las descripciones para introducirnos, desde el comienzo, en una atmósfera hedionda y agobiante (“humo pestilente”, “atacado de cataratas”, “en la nariz ostenta una verruga que de lejos se asemeja a una mosca grande”, “muelas que el tabaco y el tiempo han puesto amarillas”), que refleja la pobreza y las condiciones insalubres en las que está sumido el pueblo llano ruso. Además, aporta ese componente humorístico tan propio del genial escritor. Antológico (y desternillante) me parece el momento en el que el sacristán, en su confusión, al no encontrar el icono, se santigua ante una bombona de ácido fénico.


Y es que la religión está muy presente a lo largo y ancho del relato. El “temor de Dios” y las referencias a los Ángeles, a la Virgen y otros Santos o divinidades es constante. Se trata de una religión entendida de una manera sui géneris, mezclada en todo momento con la superstición. El sacristán Vonmiglásov entiende que su infección y dolor de muelas es un castigo divino por sus pecados, sin embargo, para aliviar su sufrimiento, y antes de acudir al médico, ha probado remedios como aplicar vodka con rábano –¡recomendación de un diácono!- o atarse un hilo del monte Athos al brazo.

El practicante Kuriatin, por otra parte un incompetente, es respetado y venerado, se encuentra una posición de eminencia o superioridad ante sus convecinos por el mero hecho de tener una educación y representar a la ciencia médica. El sacristán le demuestra todo el respeto y se pone en sus manos para que le resuelva su “problema”. Sin embargo, la intervención, la extracción de la muela, se complica y deriva en una discusión pues el matasanos emplea varios métodos e instrumentos para conseguir su objetivo pero se muestra incapaz, multiplicando el dolor de su paciente. En ese momento, desaparecen el respeto y los buenos modos, pero el enfermo, en su posición desesperada, continúa sometido a la única persona que puede salvarle.


Finalmente, el practicante rompe la muela del sacristán. Y aún pretende que este se muestre agradecido…

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