Pese a los ornatos y afeites en forma de referencias a
figuras históricas del pasado (Athenais, Irene, Justiniano, Asurbanipal…), este
relato de Mújica Láinez esconde una historia bien sencilla.
La acción se desarrolla en la “Hostería de la Manzana de
Adán” (curiosa referencia al pecado original…), un antro reservado para
escritores y bohemios. Allí, el narrador conoce, e inmediatamente se siente
embelesado por su aspecto y conversación, a Diego Narbona, un pintor de
talento, un verdadero artista, al que el éxito ha dado, injustamente, la
espalda.
Su conversación versa sobre el arte del virtuoso, sobre sus
ideales, sobre su vida azarosa y miserable… Era un hombre culto y de enorme
talento al que no se le habían reconocido sus méritos.
Cuando Narbona abandonó el establecimiento, el relator aún
quedó largo rato bajo su influjo. Pero, de repente, una frágil y hermosa dama
irrumpió llorando. Sangraba. Su marido le había pegado y, al parecer, era esta una
escena recurrente. Su falta, muy leve: haber dejado que se quemara la tortilla.
Indignado, nuestro amigo se pregunta quién habrá sido el
salvaje capaz de abusar de una criatura tan indefensa, le entran incluso ganas
de ajustarle las cuentas al indeseable. Cuál es su sorpresa cuando le comunican
que el marido es el mismo Diego Narbona al que minutos antes había admirado.
Diego Narbona es un artista. Diego Narbona es un
maltratador. Diego Narbona es un lobo con piel de cordero.
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