Este relato es la epístola que un escritor ruso exiliado en
Berlín dirige a su amada, de la que lleva separado ocho años. Esta carta, como reza el título, no llegó nunca a su destinataria, tal vez porque el escritor no pudo enviarla...
Es una bella narración sobre la soledad y la posibilidad de
ser feliz a través de las cosas más cotidianas. Nabokov nos describe la noche
berlinesa: las calles, un tranvía, un hombre regresando a su casa, un cine, una
prostituta, un café, el baile, etc., empleando para ello una cuidada prosa
plagada de elementos sensoriales (colores, sonidos, texturas…) y de símiles muy
logrados.
Cobra especial relevancia la anécdota final de una anciana
que decide suicidarse ante la tumba de su marido recientemente fallecido. El guarda del cementerio y el propio escritor no censuran
la conducta de la mujer y aprecian el encanto, la dulzura, de su renuncia a la
vida.
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