A LA DERIVA de Horacio Quiroga (II)


Esta historia ambientada a lo largo del curso del río Paraná comienza cuando un hombre es mordido por una serpiente venenosa. A partir de ahí -el personaje se da cuenta de que el accidente puede ser mortal- Quiroga nos describe con todo lujo de detalles los efectos del veneno sobre el organismo humano y la agonía del protagonista:

Dolores agudos que nacen en el pie y se extienden, poco a poco, hasta llegar a la ingle, hinchazón de la zona y de toda la extremidad, incluso del bajo vientre, dificultades en la movilidad, sequedad de garganta y sed quemante, problemas para emitir palabras, privación del sentido del gusto, lividez, gangrena, vómitos, incluso de sangre, manos dormidas, escalofríos, problemas respiratorios… y después una aparente mejoría acompañada de somnolencia y lasitud, frío, y la muerte.

La evolución de su padecimiento va acompañado en el texto por una descripción del entorno natural del río. El Paraná, en la parte brasileña, es silencioso, agresivo y oscuro. No es casualidad que los momentos de mayor sufrimiento del protagonista sucedan en ese tramo, quedando ligados con el color negro.

Sin embargo, la canoa sigue avanzando y los momentos de restablecimiento de su salud, de bienestar, coinciden con el transcurso del Paraná por la costa paraguaya. Allí el entorno es mucho más agradable y acogedor, los pájaros cantan, y el sol da una tonalidad dorada al paisaje, acercándolo a la paz de la muerte y del cielo, que lo acogerá en su seno.


Pero volvamos al inicio de la acción. Después de acabar con la vida de la víbora, el hombre se ata un torniquete y pone rumbo a su hogar. Sorprendentemente, no solicita el auxilio de su esposa, solamente le pide caña. Prefiere emprender el camino a una población en la que se encuentre un médico él sólo, a pesar de que sus fuerzas flaquean. En el ínterin, busca la ayuda de un compadre con el que hace tiempo que no trata, pues están peleados, lo que nos deja claro la escasa confianza que tiene en su mujer. Pero no lo encuentra…

De este modo, muy débil ya, montado en su canoa, queda a la merced del gran río, flotando a la deriva.

Antes de morir, cuando se produce la mágica mejoría en su estado de salud, previa a su fallecimiento, nuestro protagonista se acuerda de varias personas que fueron importantes en su existencia: su antiguo patrón, antiguas compañeros de trabajo… pensando en detalles insignificantes. Ni una sola memoria dedicada a su familia y/o seres queridos. Así de triste es la vida del trabajador.

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