LOS DOS CONSOLADOS de Voltaire (II)


El cuento de esta semana tiene un inicio abrupto. La conversación entre el filósofo Citofilo (algo así como el “amante de las citas”) y su deprimida alumna de filosofía está ya empezada. Sabemos que ella llora por unas desgracias que desconocemos y que el sabio trata torpemente de consolarla pues, para ello, se refiere a casos diversos de otras mujeres de la antigüedad; unas, personas de relevancia histórica (María Estuardo, Juana de Nápoles), otras, mitológicas (Hécuba y Niobe), que protagonizaron tragedias dignas de recuerdo.


El filósofo parece desconocer el refrán que dice “mal de muchos consuelo de tontos”, pues sus palabras no producen ningún tipo de alivio a la desconsolada dama.

Al día siguiente de este diálogo, el intelectual pierde a su único hijo y casi muere de la pena. Su alumna aplica las enseñanzas de su maestro y emplea el mismo remedio que él había utilizado antes con ella: redacta una lista con todos los monarcas a los que les había muerto un hijo y se la entrega al pensador. Como bien imagináis, esto de poco le sirve al maestro.

Pasados tres meses, ambos vuelven a encontrarse y los dos están felices, de muy buen humor. Han aprendido que el tiempo todo lo cura, y deciden erigir una estatua en su honor, pues el tiempo es el mejor consolador, sólo él nos ayuda a superar nuestras desgracias.

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