A continuación, podéis leer los microrrelatos que los alumnos del CPAP Bergondo han presentado al concurso "Una imagen y... 260 palabras".
En el margen derecho de este blog he habilitado una encuesta para que votéis a vuestros favoritos (podéis votar a más de uno).
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LA ALCANTARILLA
Mi madre se cayó en pleno centro de
Pontevedra por culpa de una alcantarilla que estaba rota. Llevaba abierta ya
varios meses, ¡y mira que se le comentó al alcalde!, y como siempre pasa (“las
cosas de palacio van despacio”) se espera a que haya una desgracia para
arreglar las cosas.
Ese día era un 15 de agosto, día de su santo,
yo estaba en casa con ella preparando la comida y, como venían a comer mis
hermanos, ella fue a la pastelería, no quiso que fuera yo, y me quedé
terminando la comida.
Llegó mi padre y, con él, mis hermanos, pero
mi madre no llegaba. Al poco, nos llamaron por teléfono para decirnos que mi
madre mi madre estaba en Montecelo, en urgencias, pues se había caído en una
alcantarilla, rompiéndose una pierna y varias costillas, quedándose en
observación esa noche porque ya es muy mayor y le subía y bajaba la tensión muy
a menudo, y como ella padece del corazón… por si acaso.
¡Vaya por Dios! Se chafó tu santo, pero otro
año será, y con una alegría inmensa, pues tendrás un año más.
EL VIGILANTE
Había una vez un señor llamado Fernando, que
trabajaba de vigilante en un colegio donde estudiaban jóvenes con distintas
discapacidades.
Él era muy querido y respetado por todos
porque siempre les ayudaba en todo lo que podía y nunca estaba de mal humor.
Además era muy responsable y siempre le gustaba cumplir bien en su trabajo.
Siempre que alguno de ellos estaba de cumpleaños le traía un regalo y estaba
con ellos en la celebración.
Un día estando en su trabajo le llegó la
noticia de que tenía que irse y dejar su trabajo pues lo habían destinado a
otro lugar, entonces él se puso muy triste y no sabía cómo contárselo a los
chicos pues sabía que se iban a poner muy mal todos.
Cuando llegó el día de comunicárselo todos se
entristecieron mucho y decían que no era justo pues él estaba desempeñando muy
bien su trabajo.
El día anterior a su marcha todos estaban muy
tristes pero a pesar de ello le organizaron una gran fiesta y le trajeron
regalos para que nunca se olvidara de ellos.
Cuando se fue todos se despidieron de él y le
prometieron que iban a luchar por superarse cada día y que en cada logro que
ellos consiguieran se acordarían de él.
Y fue así como consiguieron todas las metas
que se habían propuesto y cuando salieron de ese colegio todos estaban
preparados para llevar una vida normal como la de cualquier persona sin
discapacidad.
DESCENSO A LA ALCANTARILLA
El alcalde de un pueblo llamado Areces tenía
quejas de uno de sus vecinos a causa de
una alcantarilla que había al lado de su casa porque de noche oía ruidos
extraños que salían de ella.
El Sr. López, ése era su nombre, iba al
ayuntamiento todos los días para que le solucionaran el problema porque los
ruidos que oía por la noche no lo dejaban dormir. Los ruidos eran tan fuertes
que parecía como si hubiese un cocodrilo dentro de la alcantarilla.
El alcalde cansado de que este hombre se
quejase tanto, pensó en mandar a uno de los operarios para que bajase a ver de
dónde procedían tan extraños ruidos y a qué eran debidos. Pero nadie se atrevía
a bajar.
Un día, el alcalde viendo que nadie se decidía
a bajar decidió ser él mismo el que bajase y así acabar de una vez por todas
con los rumores para que los vecinos se quedaran más tranquilos y de esta forma
incluso vendrían más turistas.
Cuando el alcalde se dispuso a bajar por la
alcantarilla y cuando ya se acababa el camino, descubrió por fin de que se
trataban los ruidos misteriosos que se oían por las noches, eran unos ladrones
que habían escapado de la cárcel y se proponían a robar el banco del pueblo
llegando por la alcantarilla y hacían esos ruidos porque tenían que excavar en
la tierra para seguir avanzando.
Y así fue como el alcalde consiguió acabar con
los misteriosos ruidos y tranquilizar a los vecinos.
LA NOCHE MÁS LARGA
Era una noche fría y oscura del mes de
diciembre, la sangre del fallecido corría por la alcantarilla. Era ya muy tarde
y nadie había visto nada, aquel pobre hombre terminaba de sacar dinero del
cajero y un ser misterioso le había esperado detrás del portal del edificio colindante. Poco tiempo
después llegó la policía acompañada del juez de guardia para poder levantar el
cadáver. Se rastreó toda la zona para tratar de hallar el arma homicida,
terminaron por encontrarla en lo más hondo de la alcantarilla al día siguiente.
La autopsia realizada, daba como resultado que
aquella navaja había ido directa al corazón, que había producido la muerte
instantánea de aquel hombre de pequeña estatura que vivía a dos manzanas del
lugar de los hechos. A nadie se le había ocurrido acercarse a aquel banco
próximo para pedir las imágenes de la cámara de seguridad. Cuando uno de los
agentes se percató de que aquella zona estaba video vigilada ya habían pasado
cincuenta horas y hubo que llamar al director de la sucursal bancaria para
poder visualizar las imágenes.
Reconocieron al asesino rápidamente. Se
trataba de un joven que había hecho fortuna en los casinos jugando a la ruleta
y al póquer. En su declaración dijo que del mismo modo que había hecho esa
enorme fortuna, la había perdido y que se veía obligado a mendigar y robar a
los transeúntes. Esa noche acabaría con su vida en un calabozo del juzgado.
LA INMENSA ALCANTARILLA DE CELANOVA
Había una vez en un pueblo de Galicia llamado
Celanova, perteneciente a la provincia de Ourense, una gran alcantarilla que se
había destrozado por culpa de un gran terremoto en el año 2010. Al cabo de
haber transcurrido un tiempo y viendo que nadie hacía nada por arreglar aquella
alcantarilla, un buen día uno de los vecinos se puso de acuerdo con su familia
mientras cenaban y les dijo:
- - ¿Qué os parece si mañana vamos a hablar con el
alcalde del pueblo, para que nos diga si podemos hacer algo para arreglarla?
La mujer contestó:
- Me parece muy buena idea, cariño
Al día siguiente, vieron al alcalde por la
calle, dando un paseo y le comentaron lo que habían decidido ayer, el alcalde
les dijo:
- - Me parece que habéis tomado una muy buena
decisión por este pueblo, os felicito; ningún pueblo, tiene derecho a quedarse
sin alcantarillas, poneros de acuerdo con los demás vecinos y si conseguís que
todos pongan al menos 1 € yo me comprometo a pagar lo que falte.
Transcurridos unos días lo publicaron por el
pueblo al resto de vecinos y todos aceptaron.
Al día siguiente fueron todos los vecinos a
decírselo al alcalde, y éste dijo:
- - Estoy orgulloso de todos vosotros, muchas
gracias por participar en esta reforma que es tan importante para el pueblo
NUNCA UN IMPREVISTO FUE TAN DESAFORTUNADO
En la alcantarilla se había arrojado mucho
líquido de la fábrica química. Entonces Carlos se percató de un detalle, este
líquido corroía el metal. La alcantarilla
quedó seriamente dañada, como una puerta de hierro metida en un horno de
una fundición.
Carlos se quedó sorprendido, porque poco le
faltó para que se le derramara encima. A continuación empezó a caminar más
aprisa para coger el autobús de línea 6 que se dirigía a la otra parte de la
ciudad. Émpezó a jadear por el esfuerzo que tenía que hacer para mantener el
ritmo constante en su andar. Al llegar al semáforo se paró porque la luz estaba
roja. Se puso muy nervioso, miraba su reloj, el tiempo pasaba…
Carlos pensó en su novia, en cómo se pondría
por llegar tarde, pues esa noche tenían pensado salir a cenar a un restaurante
turco de moda, cambió la luz del semáforo y caminó de nuevo.
En ese momento, ocurrió el desastre. No vio a
unos niños que jugaban en la acera y tropezó cayéndose al suelo. Le dolía la
pierna izquierda y la cabeza, quedó inconsciente.
Cuando se despertó ya estaba en el hospital,
se encontró en una habitación grande, al frente había una televisión encendida,
a su derecha una ventana grande por donde se podía divisar un parque con flores
y juegos para niños. A su izquierda había una mesa, al lado de ésta un sofá de
color rojo. En ese momento entró su novia y le preguntó qué tal estaba. Él contestó
que tenía mucha hambre.
COMO LA VIDA MISMA
Tal como se están poniendo las cosas en el
mundo con el tema de la crisis, la violencia y los robos aumentan.
En una
ocasión paseando por una calle pude presenciar a un chico abriendo una
alcantarilla en la que introducía un objeto. Era un pequeño saco que estaba
lleno de algo, como no era transparente no logré ver qué contenía. Se notaba
que dicho individuo se encontraba algo nervioso y apurado, como si estuviera escapando de alguien y se
apuraba para que nadie le descubriera mientras guardaba su misterio allí dentro.
Pero yo, que era la única persona que pasaba
por allí en aquel momento, aunque por miedo a lo que me pudiera hacerme debido
a mi discapacidad, ya que utilizaba una silla de ruedas eléctrica, no avisé a
la policía. Me apuré todo lo que mi silla me permitía, pudiendo largarme del
lugar lo antes posible, porque el corazón me latía muy deprisa por el miedo y
la ansiedad que me había producido ver dicha escena. Al entrar por la puerta de
mi casa respiré hondo, puesto que ahí dentro estaba segura. Una vez allí me lo
pensé mejor y no llamé a la policía debido a que justo encima donde estaba el
chico había una videocámara vigilante.
Al cabo de unos días, más tranquila del susto,
enciendo la tele para ver las noticias y ¿cuál fue mi sorpresa? que habían
detenido a un chico por esconder droga debajo de una alcantarilla y lo
habían pillado gracias a una cámara.
CHICA DEPENDIENTE
Este microrelato cuenta el suceso acontecido a
mi amiga Ana:
Ésta era una persona que buscaba trabajo desesperadamente para satisfacer su emotividad y verse útil
nuevamente, después de haber sucumbido a un inesperado y grave accidente, que
marcó su vida negativamente. Pero Ana no perdió sus costumbres y buen hacer.
Por la asociación UDACO, la llamaron para una
entrevista de trabajo, ésta era determinante para acceder al puesto al que
optaba, administrativa. Como era su costumbre, salió de casa vestida
discretamente, adecuada para tal cita; pero ella no podía apearse de sus tacones,
y surgió así su fracaso moral: debido a una llamada casual e inoportuna, perdió
bastante tiempo, inquietándola muchísimo, puesto que no deseaba perder esta
oportunidad que la vida le brindaba para tener el acceso a un trabajo para
discapacitados (sería su salvación y estaría en
paz consigo misma, ante la deuda que le parecía tener ante la sociedad).
Iba apresuradamente por una calle que acortaba la distancia hasta dicho centro
y le sobrevino lo impensable; divisó a lo lejos una alcantarilla, pero pasando
a su altura, metió su tacón, provocando un segundo accidente, quedándose por
segunda vez consecutiva inmóvil y dependiente.
Moraleja: ante una oportunidad única has de estar tranquilo y sin prisas.
SERÍAN ALUCINACIÓNS?
Estaba na sala de espera dun curandeiro
madrileño un venres do mes de decembro,
xa ben entrada a noite, só
quedabamos eu e os que estaban na consulta.
En aquel cuartucho cativo sentín que me controlaban e… que me
leve o demo, se non pensei de reventar
co medo! Era unha cousa sen xeito, ben
peor que a “mazaroca “da veciña, lercha e rexoubeira coma ela soa.
Movíame para o lado dereito e aquel ollo negro
miraba, movíame para a esquerda e
maldita mentira vos conto! aquel ollo
seguía a mirar para min. Tentei poñelo a proba e dei en brincar, agora para a
dereita, agora para a esquerda, despois de medio lado. Recoiro! Seica
adobeceches? Queríase vir a min, San
Silvestre meigas fora!
Aquí
entre nós, se non fora por respeto ó señorito mexábame de medo alí
mesmiño (con perdón da vosa cara).
Moitas grazas lle dei a Deus aquela noite
cando me fun deitar! O caso é que cando xa non daba máis de min chegaron á
porta da sala os que saían da consulta e dixéronme que podía pasar.
Con esa
xente viña un neno que sorríu cara o dichoso ollo e tamén lle dixo adéus coa
man, eu arrimeime a él e así coma quen non quere a cousa pregunteille “e… digo eu meu neno, aquilo que é?”, a cámara de videovixilancia señora,
é para ver a xente dende outro sitio,
eu dixenlle adéus ó curandeiro, é moi bo, adeus señora.
Cando preto das doce saín da consulta
pensei, que vai saber, é un neno.
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